Mucho se ha hablado de los hechos heroicos, patrióticos y hasta románticos del 1965, denominados por una mayoría “La Revolución de Abril”. Ahora, cuando se cumplen 50 años del inicio de los mismos, la ocasión es propicia para preguntarnos: ¿Ese año hubo una guerra o una revolución en la República Dominicana?.
Para desarrollar este tema vamos a analizar los acontecimientos:
Ese año una mayoría exigía con mucho más intensidad que fuera repuesto el gobierno de Juan Bosch, derrocado dos años antes por un grupo de militares y civiles. (Bosch, a la sazón líder del Partido Revolucionario Dominicano, había ganado las elecciones del 1962, las primeras después de la tiranía de Trujillo). Las tensiones aumentaron y el 24 de abril llegaron a su climax.
La insurrección se transformó de inmediato en una guerra civil, protagonizada por un lado por militares y civiles que apoyaban a los golpistas del 63, y por el otro los que aspiraban a reponer la Constitución (“constitucionalistas”).
Los tres primeros días fueron de intenso combate. En una oportunidad las fuerzas constitucionalistas se enfrentaron a los militares en el puente Duarte, único punto por el cual se podía tener acceso a la ciudad desde la base aérea de San Isidro.
El 28 de abril comenzaron a llegar 42 mil soldados extranjeros.Aunque su manifiesto propósito era “proteger vidas y propiedades” de los estadounidenses residentes, en realidad su interés era impedir que surgiera aquí un gobierno izquierdista, similar al que se había instalado en Cuba seis años antes. “Los Estados Unidos no pueden y no van a permitir el establecimiento de gobiernos comunistas en el hemisferio occidental”, dijo en esa oportunidad el presidente estadounidense, Lyndon B. Jhonson.
Como es natural, la presencia de los soldados estadounidenses fortaleció al grupo militar que enfrentaba a los constitucionalistas. La ciudad de Santo Domingo quedó virtualmente dividida en dos y el país con dos gobiernos: el “Constitucionalista”, cuyo presidente interino fue el líder perredeísta Rafael Molina Ureña y luego el coronel Francisco Alberto Caamaño, y el de “Reconstrucción Nacional”, a cuya cabeza estaba el general Antonio Imbert Barreras, uno de los organizadores del complot que perpetró la muerte de Trujillo y reconocido anticomunista.
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